¿Que de qué estoy hablando? Pues del test de personalidad Myers-Briggs, basado en la teoría del psicólogo alemán Carl Jung, en cuyo libro Los tipos de personalidad (1923) aparecen por primera vez los términos extroversión e introversión referidos al modo de ser de las personas.
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Las 16 personalidades del test Myers-Briggs
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La intención de Jung en el libro era, básicamente, la defensa del introvertido. Al fin y al cabo, el mundo está hecho por y para los extrovertidos, quienes son amplia mayoría según todos los estudios. También la educación, sí. Desde el patio del colegio, con su campo de fútbol (deporte de equipo, competitividad), hasta nuestro querido método comunicativo de enseñanza de lenguas (gregarismo, socialización). Jung había percivido cómo se malinterpreta la necesidad del introvertido de soledad, ritmo pausado y reflexión, tomándola por frialdad, misantropía o incluso inclinaciones asesinas, o, al menos, poco honradas.
¡Los introvertidos del mundo te amamos, Jung! ¡Buen intento, gracias!
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Venga ya, que Jung no era tan guapo como el Fassbender |
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Claro que el bienintencionado psicólogo no consiguió nada más que arañar la superficie de un tema complejísimo y, con total honestidad (y pesadumbre) os digo que no arregló las cosas. Pero para nada.
Sin embargo no quisiera que esta entrada se alejase demasiado de lo que nos trae aquí, la enseñanza de lenguas.
Desde hace ya varias décadas, la personalidad de los participantes en un aula de lenguas ha dado pie a numerosos artículos realmente brillantes, en los que académicos e investigadores ponen de manifiesto la enorme importancia de la personalidad de cada individuo a la hora de aprender una lengua. Uno de los primeros artículos data de principios de los años 70, escrito por H. Douglas Brown:
Widespread interdisciplinary research in the
affective domain of the psychology of language acquisition could lead to the
construction of a comprehensive theory of second language acquisition as well
as more effective approaches to language teaching. (Brown, 1973, p.1)
Brown, que era profesor de inglés como lengua extranjera en los Estados Unidos, fue uno de los precursores de la psicología aplicada a la enseñanza de lenguas. Inicialmente, esta nueva área del saber se utilizó como herramienta para estudiar al discente, en aras de mejorar la metodología de enseñanza ajustándola a la necesidad del aprendiente. Durante las décadas venideras, los 80, los 90 y, sobre todo, la primera década del s. XXI, conocer la personalidad del estudiante y entender el aprendizaje como un proceso individual (estamos hablando siempre de lenguas) se convirtió en una prioridad, o, al menos, en una bonita utopía. Otro día os hablo de cómo durante estas décadas NADIE se ocupó de estudiar la personalidad del docente de lenguas y nos reímos todos...
Pero de lo que realmente me gustaría hablar en esta entrada del blog, disculpad la extensa introducción, es la implicación que supone para un profesor de idiomas tener en cuenta la personalidad del alumnado.
En mi primer máster de profesorado, se nos dijo sin demasiados rodeos: cada país tiene su personalidad. No esperéis grandes dosis de dramatismo y creatividad de los estudiantes del este asiático, porque se sienten más cómodos estudiando gramática. Ni se os ocurra llevar al aula estadounidense terminología tan sencilla como verbo, preposición o adverbio; vuestros alumnos de Ohio no sabrán de qué les hablas. Sed creativos, espirituales, coloridos y divertidos en el norte de Europa...
Ahora que ya tengo algunas tablas en el asunto, comienzo a entender que mis profesores no iban mal encaminados. Mi reacción inicial a estas recomendaciones fue rechazo absoluto. Pensé: clichés y nada más que clichés. Y algo de eso hay, sí, sí. Pero...
Me gustaría contaros mi experiencia con algunas actividades que utilicé en una universidad estadounidense, una universidad china y una universidad italiana. Que cada uno saque sus propias conclusiones luego.
En Estados Unidos, fui profesora durante dos años en la University of Southern Mississippi (Southern Miss, to the top!)
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Os presento a Seymour, la mascota de los Golden Eagles |
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Yo llevaba como profesora alrededor de 5 años, pero aquella era mi primera vez en una universidad. Quería poner en práctica la teoría que me habían enseñado y preparé una actividad en la que los estudiantes debían presentarse
á la Spanish: con dos besos, un abrazo, un apretón de manos... Bueno. Rígidos como tablas. A excepción del típico payasete voluntarioso. Inluso hubo quién me dijo que no podía hacerlo, que se sentía incómoda. La clase continuó sin más y no creo que hubiese traumatizado a nadie, pero yo me quedé bastante fastidiada.
Cogemos un avión y volamos al norte de China. Universidad Normal de Harbin, la ciudad de hielo y nieve.
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Muy chulo el logo, pero 30º bajo cero de noviembre a abril :( |
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Mis alumnos chinos eran diferentes a los estadounidenses de una manera muy evidente. Aunque tenían la misma edad, los chinos eran menos maduros, yo tenía un trato con ellos más de maestra-pupilos y menos de tú a tú, como en Misisipí. Les llevé una actividad en la que debían preparar un guion para representar una obra de microteatro y la clase se volvió loca. Se volcaron hasta tal punto con la actividad que no quisieron salir al descanso y continuaron trabajando y preparando sus propuestas hasta que acabó la clase. Cuando estrenamos las obras, fue espectacular. Nadie sentía vergüenza, todos actuaron dándolo todo y os prometo que nos reímos hasta que nos dolieron las costillas.
Más aviones, volamos a Italia. Univesità di Cassino e del Lazio Meridionale. Allí hice mi lectorado.
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Donde vosotros veis un sol, yo veo una pizza
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Cuando llegué, pensé que mis alumnos italianos, que eran, efectivamente, encantadores, sociables, amabilísimos y elegantes (esto no es un cliché, ¡lo juro por Arturo!) serían felices siendo los protagonistas de la clase, saliendo a la pizarra, interviniendo, actuando, incluso quizás cantando. Preparé una actividad (y menos mal que esta lección la aprendí al principio) para practicar el estilo indirecto en la que parte de la clase veía un corto y parte salía del aula para volver a entrar y que el resto les contase la historia. ¿Parece sencillo, verdad? Pues no. Surgió la vergüenza en cuanto expuse el enunciado. No les daba vergüenza salir de la clase, sino tener que estar parados frente a los demás en la palestra. Me lo dijeron sin cortarse: no profe, así no queremos. Bueno, hubo un alumno (payasetes de la clase, es que no sé qué haría sin vosotros) que se encogió de hombros y dijo, venga. En seguida les permití volver a sentarse y realizar la actividad desde el anonimato relativo de sus pupitres. Lección aprendida: tanta elegancia viene con un precio; prefieren no exponerse, nunca, ni por un momento.
Mi conclusión es que la introversión, la extroversión, la sociabilidad tienen diferentes significados en diferentes lugares. No solo se trata de sociedades tan dispares como las que he presentado, también cada grupo tiene su contexto, su ambiente, sus vibraciones.
Creo que, como profesores, parte de nuestro trabajo consiste en tantear esta idiosincrasia tan particular de cada clase, en cada país, en cada alumno y adaptar nuestra metodología y nuestras actividades de modo que permita a los estudiantes sacar lo mejor de sí mismos. Yo me pongo el cinturón de seguridad, por que voy a fallar muchas veces, muchas. Pero mis errores serán mis lecciones y no pienso desaprovecharlas. De verdad, vale la pena.
Para leer más:
BBC News: ¿Es cierto que los países tienen "personalidades"?
Test Myers-Briggs: 16 personalidades
Bibliografía
Brown, H. D. (1973). «Affective variables in
second language acquisition». Language Learning 23(2), pp. 231-244.
Jung, C. G. (1923). Psychological Types, or,
The Psychology of Individuation [H. Godwin Baynes, trans.]. Nueva York: Harcourt,
Brace & Company.