viernes, 22 de enero de 2021

Didáctica de la enseñaza: exámenes, rúbricas, criterios y notas

 

Eres una nota... ¡y se nota!

El tema sobre evaluación de la asignatura de Didáctica de la enseñanza de lenguas me dejó un sabor amargo. Nuestra profesora mencionó que muchos docentes se quejan de que esta es la parte que menos les gusta del trabajo, la que menos les apetece, el garbanzo negro de la enseñanza... Me temo que yo misma formaba parte de este nutrido grupo de docentes anti-evaluación, pero quizás ya no.

La evaluación no debería ser más que un reflejo del trabajo hecho por el estudiante, valorado por un experto, el docente. De todos modos, existen otros tipos de evaluación, en las que el propio estudiante valora su esfuerzo (autoevaluación) o incluso una valoración entre iguales (coevaluación). A pesar de que en clase hemos visto argumentos a favor de estos dos tipos alternativos de evaluación, continúo teniendo reservas para con ambos, pues en mi experiencia, el grado de reflexión necesario para entender adecuadamente el valor de lo que se ha hecho y cómo se ha hecho se reserva a unos pocos. La mayoría pecamos de indulgentes o severos, con lo que los resultados pueden ser incluso menos fiables que las notas numéricas que pondría cualquier docente esforzado. De todos modos, estos tipos de evaluación sí arrojan una idea interesante: la evaluación es cosa de dos. Siempre funcionará mejor que exista un consenso docente-discente, pues que ambos estén involucrados ayuda a lograr la objetividad.

Echadle un vistazo a esta página web, creo que resume de manera muy completa los tipos de evaluación existentes: Web del maestro

Rúbricas = objetividad

Otro tema interesante que tocamos en clase fue la rúbrica. Tras haber estado trabajando en cómo se elaboran las rúbricas auténticas, me parece que hemos dado con el método más objetivo, completo y claro de evaluar que un profesor pueda encontrar. Aunque es cierto que no es posible (ni deseable) utilizar rúbricas para todo tipo de actividades, las rúbricas sí son ideales para evaluar tareas y exámenes, quizás la evaluación de mayor peso, o, si acaso, la que más importa al estudiante.

Rodríguez-Gallego (2014) indica que las rúbricas, además de evaluar, pueden ser excelentes instrumentos de orientación de competencias. Esta investigación muestra cómo la elaboración de rúbricas de evaluación a dos manos, docente-discentes, permitieron obtener resultados excelentes a la hora de poner notas y detectar problemas de trabajo en el aula:

La gran ventaja de las rúbricas de evaluación es que han permitido realizar un seguimiento y evaluación de las competencias adquiridas por los estudiantes de una manera más sistematizada mediante la utilización de indicadores que han medido el progreso de los estudiantes, por lo tanto, la evaluación ha sido más objetiva y consistente. En este estudio nos hemos sentido especialmente satisfechos por disponer de una metodología más precisa de evaluación que ha tenido en cuenta el proceso y que ha formado a los estudiantes.(Rodríguez-Gallego, 2014, p. 130).

Sin embargo, elaborar una rúbrica no es tan sencillo como pudiera parecer a primera vista y muchas veces consideramos rúbricas lo que en realidad son escalas. Una rúbrica debe establecer criterios objetivos y observables y describirlos con detalle, evitando incluir elementos como el número de veces que el alumno hace algo o el número de veces que hay errores, etc. No se trata de contabilizar, sino de reflejar una observación holística del trabajo que ha hecho el alumno con la intención de que éste pueda entender en qué punto está del aprendizaje con solo leer el descriptor de la rúbrica en el que se encuentra.

Ejemplo de rúbrica elaborada a dos manos, docente-discentes:

Rodríguez-Gallego, 2014, p. 121

Evaluación formativa 101

Sin embargo, el tema estrella de este tema, para mí ha sido la evaluación formativa. Este tipo de evaluación, diferente de la evaluación incial y la evaluación final, centra su atención en la instrucción y lo que pretende es guiar al alumno en su desarrollo de la materia durante el curso. Así lo expresa uno de los principales teóricos (y defensores) de su uso, Dylan Wiliam: "formative assessment is concerned with the creation of, and capitalization upon,moments of contingency in instruction for the purpose of the regulation of learning processes." (Black & Wiliam, 2009, p. 10).

La evaluación formativa es la evaluación ideal, aquella que reúne las características de las que hablaba en la introducción a esta entrada: valora el esfuerzo, el trabajo, las competencias y el desarrollo realizado por el alumno, sin necesidad de convertirlo en una nota numérica o de prestar atención solo al producto final. Pero a un docente de lengua extranjera pocas veces se le presenta la oportunidad de llevar a la práctica este tipo de evaluación. La razón reside en la imposición de los exámenes finales que suelen estar diseñados mediante criterios obsoletos, demasiado centrados en la gramática y morfosintaxis, y ello a pesar de que ya casi todos los centros de enseñanza defienden la metodología comunicativa.

Este problema, como explica una vez más Wiliam (2003) impide una evaluación completa y objetiva de todo el proceso que ha experimentado cada alumno hasta llegar a la conclusión final: el examen. Un solo examen, argumenta Wiliam, no requiere del alumno de un entendimiento de la materia: "such tests do not (...) require deep learning" (Wiliam, 2003, p. 121). Es decir, los conocimientos que necesita cada estudiante para aprobar un examen son superficiales. Muchas veces se trata de datos (sí, incluso en gramática podemos hablar de datos, pues las estructuras gramaticales y el léxico también se pueden memorizar de manera automática y repetitiva) que se olvidan una vez superada la prueba. Wiliam (2003) lamenta que este tipo de examen continúe siendo un requisito sine qua non para pasar de curso. Y yo no puedo estar más de acuerdo.

Conclusión

Todavía no tenemos interiorizado el valor de la evaluación. La evaluación continúa siendo motivo de enfrentamiento entre profesores y alumnos y padres airados. Como comentamos en clase, la evaluación no debería tocar el ego de nadie y, a su vez, debería ser profundamente individual. La evaluación formativa o las rúbricas podrían ayudarnos a alcanzar una objetividad provechosa, que permita a los alumnos aprender, ¡simplemente aprender!, pues quien aprende no olvida. Pero todavía existen demasiadas trabas para hacer de este escenario una realidad. Asimismo, es normal que el esfuerzo que requieren estas evaluaciones se perciba como una carga más, un añadido a toda la burocracia inútil a la que ya se enfrenta el docente medio. Ojalá sea posible un cambio profundo de actitud y mecanismo, un cambio institucional, que permita a las escuelas e institutos funcionar para lo que fueron creados.

Referencias 

Black, P. & D. Wiliam. (2009). "Developing the theory of formative assessment".  Educ Asse Eval Acc, 21, pp- 5-31.

Rodríguez-Gallego, M.R. (2014). "Evidenciar competencias con rúbricas de evaluación". Escuela abierta, 17, pp. 117-134. 

Wiliam, D. (2003). "National curriculum assessment: How to make it better". Research Papers in Education 18(2), pp. 129-136.